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Ocho días de ciclo paseo con alforjas para llegar a Bogotá, desde Piendamó, cauca.



El día 0
Iniciando mi travesía.
Preparar las alforjas, la bicicleta y todo lo necesario para iniciar un viaje en la bici es muy divertido, pues, mientras se prepara y se piensa en lo que se necesita, le llegan a uno imágenes de cómo va a ser el viaje, soñamos con lo que vamos a recorrer, las montañas, el viento, el sol. 

Pensamos en cómo serán las personas vamos a encontrarnos, lo que nos esperará en el camino, hasta que casi todo esta listo, y cuando ya se aproxima la fecha que, uno más o menos se ha programado para partir, inician las excusas para ir postergando ese momento. 


Se llena uno de nervios, como si fuese la primera vez que vamos a salir a pedalear, empiezan a hacer efecto los temores infundados por los negativos, especialmente la familia o aquellos que jamás han ido más allá de la tienda de la esquina; “Vas a sufrir, vas a aguantar hambre, te van a robar y en se intentó de robarte te van a hacer daño”, y hay quien inclusive te dice que te van a matar.

 Al final cuando uno va en la vía, uno cree morir, pero, de cansancio, luego uno se da cuenta que realmente pedalea en un paraíso, que los demás desde el ciclo repetitivo de la casa no pueden ver y que solo uno en bici bajo el sol, la lluvia o el viento, soportando a veces frío, a veces calor, solo uno sabe disfrutar.

EL EQUIPAJE DE 40 KILOS APROXIMADAMENTE
El día cero, el día antes dela partida es el más crítico, el más contradictor, el más difícil a la hora de darle rienda suelta a tu vida. 

Ese instante antes de subirse a la bicicleta, a ese caballito de acero, carbono, hierro o cualquier otro material con que están fabricados y empezar a ser feliz a cada pedalazo que das y a medida que avanzas a olvidarte un poco de esos temores. 

Si es muy fregado, pero, mientras llega ese instante, tu cabeza es un complique, tu vida es un a tortura. Que duro es el día cero. Vamos a arrancar ya y dejémonos de tantas excusas tontas.


Día 1, de Piendamó, hasta Cali. 110 kilómetros hasta la casa Tique.

Hoy es día sábado, el día del principal mercado en mi pueblo; De las veredas suben hacia la cabecera municipal los carros llenos de café, plátano, guayabos, guineos y muchos otros productos del campo. 

Hay quienes se preparan para en la noche ir a la gallera, a la discoteca, de compras o el baile en la caseta. Yo estoy listo junto con mi bicicleta, que está cargada con 38 kilos de ropa, herramientas, un par de ollas, una libra de arroz, una estufa de alcohol, un neumático de repuesto, parches, solución, tres tarros de agua panela, unas chocolatinas, maní y muchas ganas de pedalear. 

Salgo a las 7:00 de la mañana, recorro 2,645 metros de carretera destapada, y tomo la vía Piendamó-Morales. Es de esta forma que inicio mi gran aventura de llegar hasta la capital colombiana, Bogotá. Voy dispuesto a recorrer más de 500 kilómetros y visitar a unos cuantos amigos en el camino, mientras disfruto la vida misma.

El día está fresco, no hay mayor presencia del sol en el recorrido, a lo lejos hay algo de nubes bajas, mientras doy mis primeros pedalazos pienso en mil cosas que pueden pasar y me esperan en camino, cosas positivas claro está, creo que eso me roba una sonrisa estúpida constantemente, pues en mi cabeza no llegan para nada las malas energías de los que no han viajado nunca, si no que llegan a mi recuerdo todas las choco-aventuras que ya he vivido. 
REPRESA  DE LA SALVAJINA

A medida que avanzo me llegan más ganas de seguir y aumento mi ritmo y en cuestión de poco tiempo, avanzo más de 20 kilómetros, llegando rápidamente a la represa de la salvajina (hidroeléctrica que surte de energía a parte del norte del cauca y sur del valle).

 Este lugar cuenta con una vista magnifica desde lo alto, los paisajes son muy variados y todo es alegría. Ese bendito día cero, que además es eterno, se fue a la porra y ahora solo queda la realidad; felicidad en cada subida, bajada y hueco que paso.

 En cuestión de tres horas, recorro 55 kilómetros llego a Suarez, cauca, segundo pueblo en mi camino, busco un rincón de la vía para desayunar, agua de panela, huevo cocidos, pan y tajadas fritas que llevo en un coco plástico. 

Son unos 15 minutos de descanso y continuo mi viaje. Más adelante, encuentro una casa de madera, con un trapiche moderno, hay un señor “afro”, vendiendo guarapo frío con limón, procedo a arrimar, pido me sirva un buen vaso, mientras lo deleito hablamos de la vida, de que por que ando en bici, me da un segundo vaso de guarapo, al terminarlo inicia, el ciclo de sorpresas.

El señor muy humilde, y con todo un corazón limpio, cargado de buenas energías, dice que esos dos vasos de guarapo son su aporte a mi viaje en bici y con una gran sonrisa llena de picardía y alegría dice que le lleve muchos saludos a la gente de la capital.  Ya comprendo, es a esos peligros, a los que se refieren algunos sedentarios individuos, el peligro de encontrar grandes personas, que siempre están dispuestos a ayudar a los demás y que creen que la vida es bonita y se puede vivir muy bien entre todos.



Después de pasar Suarez, Cauca, los primeros kilómetros, son planos y luego una bajada corta, seguido de algo de lomas en medio de las planicies del sur del valle. A medio día llego a Robles, valle del cauca, en el parque principal me instalo a un lado de la plataforma de internet gratuito del estado, conecto mi celular para ponerlo a cargar un poco, mientras almuerzo.

Saco mi porta de arroz, huevos, guayabo cocinado y un poco de lentejas, alguien del pueblo me ofrece gaseosa, casi no acostumbro a tomar este tipo de bebidas, pero, en un paseo de estos no se puede dar uno el lujo de rechazar todo lo que signifique ayuda.

12;45 pm continuo mi viaje, pasando por Jamundí, tomando la avenida cañas gordas, y de ahí hasta Cali, camino con un falso llano que me dejo agotado, llegando a eso de las 2:47 de la tarde a la entrada de Cali, atravesando el sur y llego cerca del centro, donde me recibe Elizabeth Tique Galindo, mi primera anfitriona, con su familia; Juan José, Yuliza. Descanso, disfruto un par de cervezas, con al Eliza, igualmente algunas empanadas, y mucha comida más.

El día de hoy pase por los municipios y corregimientos de; Morales el Hato, Suarez, Asnazu, Timba, Guachinte, Robles, Río Claro, Jamundí y llegada final a la ciudad de Cali. En la noche cuando ya descansaba, preparado para madrugar a seguir pedaleando, ocurrió, uno de esos tantos accidentes caseros que suelen pasar en casa; Juan, el niño menor de Eliza, mete sus manos en la puerta, justo cuando su hermanita, la cierra. Gritos van y vienen y a media noche les toco salir para el hospital, allá pasan la noche, la situación es un poco delicada y el niño juan, un par de días después se fue de operación en su mano. Lamentablemente esto paso, pero, bueno, continuamos con nuestro recorrido, quedando muy agradecido con el recibimiento en esta primera parada, por parte de la “Tique y familia”.

Día 2. Cali a Ginebra, 75 kilómetros del viaje, de Piendamó Cauca a Bogotá.  
 Hectorino Montain Bike, restaurante deporte y aventura.
Recorrido muy suave, tranquilo, mágico pues iba pasando por los lugares donde acababa de llover. Así que no me mojaba ni tampoco me hacía nada de sol sofocante acostumbrado en esta parte del país, además tomé caminos alternos, no tan transitados por vehículos ruidosos, fue así que hice; Cali, Palmira, Amaime, santa Elena, un ladito de el Cerrito, para llegar a Ginebra y terminar en el corregimiento de Costa Rica Ginebra, para un total de 75 kilómetros entre caminos destapados, ríos, montañas, y muchos ciclistas que salen en domingo deportivo.

 Casi totalmente plano todo el recorrido de 5 horas, donde es muy común la solidaridad de ciclistas, conductores, y toda la gente que uno se encuentra en el camino. 

Entable dialogo con unas 25 personas. El Desayuno en Palmira, que fue pago por tres ciclistas que estaban en la mesa cercana al lugar donde yo me encontraba desayunando, igualmente, también tome algo de jugo de naranja, salpicón y cholado en santa Elena, y cerca a cerrito, todo ello cortesía de amigos ciclistas en la vía.

 Cerca del medio día llego a casa de Hectorino Montain Bike, restaurante deporte y aventura. Hectorino estaba preparando el almuerzo para festejar con su familia el cumpleaños de su mamá. Un poco de descanso un leve duchazo y a compartir con Hectorino, su mamá, Sara su esposa, maría José, Juan, y María Lucia. Al finalizar la tarde llegaron de pasear Cintia y Karla, dos ciclo-paseadoras argentinas, que desde el día anterior están aquí. Hablar del mundo y reprogramarlo es una de las tareas al final del día con Hectorino.

Día 3. Costa rica, Ginebra hasta Bugalagrande. 70 kilómetros.
BUGA, SEÑOR DE LOS MILAGROS
Continuo enbiciando la vida, por las carreteras del valle. Pedaleo por un camino destapado, cubierto de graba delgada, inicialmente al lado de un rio, luego en medio de cañaduzales. Recorro unos 23 kilómetros y salgo al municipio de Sonso, sobre la vía panamericana, muy cerca de ahí llego a Buga, donde en su basílica muy famosa, me tomo un par de fotos del recuerdo, un tinto y continuo por la panamericana, así, rápidamente paso a Tuluá, donde compro la bomba para inflar las llantas, bueno finalmente me la regalaron. Seguidamente almuerzo en un restaurante y espero como una hora en medio del calor producido por el sol intenso de este territorio a medio día.

Continuo camino en busca de mi destino del día, al salir a la carretera panamericana encuentro a las dos chicas argentinas, que habían salido desde muy temprano. Estaban algo enojadas y asustadas por que un individuo en moto las estaba siguiendo y acosando, haciendo invitaciones obscenas, atrevidas, enseñándoles su pene. 

Solucionamos el amargo problema, no les diré como, pero, que tristeza que estas cosas pasen, un poco lleno de ira por lo ocurrido, pues uno sale a pasear a mirar el mundo desde otra perspectiva, alejarse delos problemas cotidianos a ser feliz sin nada de complicaciones y tener que encontrarse con estas horripilantes desadaptaciones dela pobre humanidad y con pena ajena, por las bici-chicas provenientes de argentina.
Hectorino y las dos chicas de Argentina


Carito y su delicioso jugo de banano.
Posterior a ese ingrato momento, continuamos juntos como unos 8 kilómetros, ellas no quisieron quedarse en Bugalagrande, seguramente ni en sus sombras querían confiar en esos momentos ya.

Ellas siguieron pedaleando para llegar hasta zarzal, donde tenían contacto con Álvaro, otro amigo de la red de casas de ciclistas de américa. Demi parte, fui al parque principal de Bugalagrande, descanse, tome agua, hable con los señores jubilados del parque que tomaban chirrincho, (aguardiente sacado por ellos mismos o industrial - económico mezclado con gaseosa).

 Como a las 4:50 pm llego William, mi hermano a rescatarme del parque, llegando a su casa, donde después de descansar un poco, hablar comer algo, pasé a la siguiente tarea, que fue lavar la ropa con Deymar, ya en la noche fui a visitar un momento a Caro, otra amiga, de la red de casas de ciclistas, allá disfrutamos de un delicioso jugo de banano y una muy agradable conversación, a cerca dela vida misma. De todo esto se compone montar en bici con alforjas, creo yo.

willy mi hermano
Día 4. Descanso para lavar ropa y esperar a que Carlos Andrés, quien me recibe en Armenia, este libre para llegar a su casa. No hay mucho que contar a nivel de ciclo viajes.

Día 5. De Bugalagrande hasta Armenia. 75 kilómetros aproximadamente.
Al iniciar la jornada todo muy fresco, tranquilo, pedaleo un rato al lado de dos ciclistas que me alcanzaron por la panamericana, venían de Tuluá con destino a Zarzal. Me regalan $3.450 en monedas, para “aguas en el camino”, después de pasar el municipio de la Paila, me desvió a la derecha con rumbo a la Tebaida, en el departamento de Quindío. 
Don Luis el caminante

Me encuentro con un caminante, don Luis, un señor de unos 50 y algo de edad que, según él, lleva casi toda su vida a pata entre Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Un poco de charla, consejos, preguntas intercambio de bananos por mandarinas y mucha risa por lo contado, para luego seguir pedaleando muy suavemente.


Primer y única pinchada.
Después de pasar la Tebaida “Pincho”, por primera y única vez, ya se acercaba el mediodía, ya estaba entrando a Armenia, el sol ahora si quemaba fuertemente, busco una sombra para despincharme y seguir el camino. Llegando cerca de la 1:20 pm a Armenia y a eso de las 2:30 a casa de Carlos Andrés, quien me recibe con su familia; hermano, quien se graduó el día anterior como médico, su padre quien también es ciclista, su mamá, la reina y eje central de la casa.

Descanso un poco nada más, y me pongo en pie a hacerle ajustes a la bici, y como siempre los diálogos familiares a cerca de donde vienes y para dónde vas. Conocer la familia de quien me recibe es una buena forma de seguir aprendiendo de la vida, de quienes somos los locos que andamos en bici.

Día 6. Armenia a subir la línea y bajar hasta peaje de Gualanday, a 30 kilómetros al norte de Ibagué. 95 kilómetros aproximadamente.
Con Carlos Andrés, nos levantamos temprano. Él el viejo Andrés preparo delicioso desayuno, listas las bicis, y pa la calle. Recorremos unos 5 kilómetros saliendo de armenia, y unos 12 de Armenia hasta Calarcá. Empezamos a escalar la famosa línea, avanzamos muy lentamente unos 18 kilómetros, el viejo Andrés se devuelve, pues debe regresar para ir al trabajo y mi paso es muy lento, pues voy con alforjas un poco pesadas y sin afanes.

Prosigo y cerca de las 12:00 del mediodía llego a la cima. Fueron unas 5 horas y un poco más de un lento y fuerte andar, con un viento en contra que me derribo de la bici dos veces. Camine unos 30 metros empujando mi nave, pues era casi imposible subir así.


En algunas partes el grado de inclinación es tan duro y es muy tremendo subir esa casi pared asfaltada.

 Al final lo logre, y ni siquiera me detuve a descansar, ni a tomar a agua de panela con queso, como es la costumbre en la mitad del camino, solo cambie la relación de los cambios y seguí bajando de inmediato, cosa que pudo ser peligrosa, pues había aflojado las pastas de los frenos totalmente para subir  libremente, al empezar la bajada trate de frenar y fue casi imposible, me tuve que ayudar, con el zapato y recostándome al barranco, para parar y colocarle bien los frenos a mi amiga, “la colombianita”.

 En 1 hora y quince minutos baje hasta Cajamarca, siendo muy precavido en las curvas para evitar un accidente. En Cajamarca almorcé en un restaurante cerca a la plaza principal. 

Y continué, en medio de un calor infernal (como si conociera el tal infierno), ya el descenso es menos riesgoso, incluso algunas cuestas repentinas, pase por Ibagué cerca de las 3;40 pm, aún estaba temprano, poseía fuerza y ganas de seguir avanzando así que procedí a pedalear y llegue hasta el peaje de gualanday, 30 kilómetros más adelante, donde detuve mi andar cerca de las 5:45 pm, descanse, y luego procedí a instalar la carpa de camping afuera de un restaurante casi abandonado, que contaba con un vigilante, con quien dialogue y  contando con su visto bueno para quedarme en una esquina. 

Me instale, hablamos, compartimos un poco de historias, comimos arroz con lentejas, que sobraron del restaurante, compro como a 500 metros unas papas aborrajadas y un salchichón frito, como aporte mutuo mientras dialogamos. Alas 8:00 pm a dormir, muy agotado…

Durante la noche, escuche en varias ocasiones al señor vigilante del lugar, hablar con gente que andaba buscando donde dormir, siempre les decía que tenían prohibido darle posada a la gente que llegará, le preguntaban por mi carpa instalada en la puerta de entrada al restaurante, el respondía diciendo que yo había llegado antes de las 5: 00 de la tarde y que ahí estaba el gerente del lugar y el mismo me había dado permiso para quedarme ahí afuera y que a nadie más le autorizaban ello. 

Como a las 2:00 am, me levanto y pregunto que por qué decía eso, y aclaro que en una ocasión dejaron quedar en la sala a varios viajeros venezolanos y a la madrugado en un descuido, entraron a la cocina y otros lugares y robaron cosas, que luego se las descontaron a los de vigilancia y hubo sanciones. Así que, en el lugar, como en muchos otros creo, están vetando a los hermanos venezolanos.

Día 7 Alto de Gualanday hasta Fusagasugá. como unos 90 kilómetros creo.
La jornada inicio a las 5:00 del nuevo amanecer, desbaratar carpa de camping, arreglar maletas y salir poco antes de las 6:00 de la mañana, en busca de nuestro destino para el día de hoy, Fusagasugá.


Día maravilloso, el sol empezó a dejarse ver a eso de las 6:00 am, pero, antes de salir, ya se sentía el efecto invernadero en esta región, una temperatura súper alta todo el tiempo. El pedaleo es bueno, muy agradable, sobre todo en la mañana, la mayor parte de la jornada es descolgando, y plano hasta poco después de pasar Melgar, en el inicio del túnel del boquerón, por donde no puede pasar nadie a pie, en caballo, ni en bicicleta, pero tampoco la empresa encargada del mantenimiento de la carretera, brindan una alternativa de locomoción. 

Esto si es negarnos la libre movilidad por todos los rincones del país, pero, como el paso lo restringe una multinacional, y no los indígenas luchando por los derechos, entonces nadie dice nada.

en camionao
En el famoso túnel… un caballero en un camión, que se dirigía hacia la ciudad de Bogotá a recoger un trasteo, me transporto muy amablemente por aproximadamente 10 kilómetros, distancia que recorrimos como en unos 15 minutos, fue un leve descanso en camión.

Al pasar al otro lado bajo la bici, la reviso, acomodo el equipaje y en una vulcanizadora (lugar para despinchar, desponchar, quitar agujeros a los neumáticos, cámaras de carros y motos) reviso la presión de aire de las llantas, e inicio el último tramo plano que me conduce a una gran loma de unos 8 kilómetros un poco duros para subir hasta... y empezar a escalar la montaña, unos falsos planos para finalmente llegar al lugar donde está la estatua homenaje a Lucho Herrera, el jardinerito, ciclista que dio los primeros triunfos famosos a Colombia en Europa, entre ellos ser el primer campeón de la vuelta a España, y campeón de la montaña en varias ocasiones del tour de Francia, vuelta a España, Giro de Italia, entre otros tantos logros en los años 80´s y 90´s.
homenaje a Lucho...

Ya en Fusagasugá, me ubico hacia la salida del norte, en un hostal tres “b”, bueno, bonito y barato, por $15 mil pesos (colombianos, equivalente a unos 5 dólares gringos) en una cómoda habitación con todo y bici. Mi contacto para quedarme en esta población quedaba en la parte alta, y tocaba atravesar la ciudad y ya las fuerzas estaban ya al borde del agotamiento.
 

Día 8. Fusagasugá hasta Soacha, entrada a Bogotá. Cerca de 54 kilómetros de camino para hoy.
llegando a Bogotà...
Cómo casi todos los días, muy temprano inicio camino. Son las 5:45 am, claro, que antes me tomo un tinto, cortesía del hostal el paisa, y ya en carretera observo el maravilloso espectáculo del amanecer, luces en el horizonte, luces de colores que quienes viven en la cotidianidad no ven, no quieren ver, o tal vez no saben que existen en cada nuevo comienzo de vida. Subiendo lentamente siempre, para alcanzar el nivel del mar al que pertenece Bogotá, que son unos 2.600msnm.

Carros, y más carros siempre pitando, unos por saludar, otros porque tal vez los ciclistas hacemos estorbo a su loco andar. Los paisajes, son el constante aliciente compañía para ir subiendo, pues a cada pedaleo, a cada metro van cambiando los colores, sabores, aromas y el clima.

 Es maravilloso ver como todo cambia en segundos, como todo fluye y lo podemos palpar, reconocer, saborear con nuestra mágica amiga, la bicicleta que nos lleva en silencio, que nos avanza a nuestra propia voluntad, pues la velocidad depende nada más que de nuestra fuerza y recorrer más de 500 kilómetros que son un premio más a esta vida de ciclo viajeros.


En el camino hablo por celular con José Dennis Ortiz Muñoz, viejo amigo de la infancia, quien reside en Bogotá y personaje con el que hice mi primera salida de larga distancia en bici, desde Piendamó, hasta el rio Bermejal, cerca del resguardo Indígena la María. 

Dennis quien va en camión, y dice que me alcanzará en el camino para que nos tomemos un tinto y arrastrar con mi carga hasta mi destino, aun cree que estoy como hace 30 años, asustado y sin estado físico, como el sí lo está.  
Primero llego a casa de mi hermana y a él no le veo llegar, finalmente arriba, pero con la ayuda del gps de mi hermana que lo localizo y lo llevo hasta la casa, donde, recordamos viejos tiempos de juventud y me alago con sus comentarios sobre mi grandeza por la capacidad de llegar hasta allá en mi bici, la colombianita, como le dijo una niña, en Buga, cuando me tomaba una foto del recuerdo. 

Y si llegue, pedalee unos 569 kilómetros aproximadamente, que para unos son mucha locura y para mi simplemente es mi forma de ver y vivir la vida. Esto es un simple resumen, porque lo que uno vive, siente, piensa, lo que uno como se disfruta, lo que habla y lo que le dicen las personas a uno, queda marcado en la memoria como un recuerdo difícil de describir y si al final así es como se la pasa uno enbiciando la vida.


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